Policia israelí
Hace pocos días, un grupo de teatro callejero que actuaba en el Parque Forestal, fue "desalojado" del espacio público, de la manera habitual, es decir, provista de la necesaria violencia policial, dada la natural peligrosidad de este tipo de grupos que se conciertan para desafiar a la autoridad a plena luz del día. Ni siquiera los delincuentes actúan con una tal osadía, no desafían a la autoridad poniéndose al alcance del corto y vigoroso brazo de la ley y actúan generalmente en la oscuridad y en los espacios privados que, aunque no sean los propios, siguen siendo privados.
Si se usa un par de neuronas - recurso escaso en la actualidad, es cierto - para entender esta irracionalidad más que evidente, la pregunta es: ¿qué diferencia a estas personas que se ganan la vida en la calle desarrollando una actividad teatral, de otras que también ocupan el espacio público para ganarse la vida mediante otras capacidades artísticas menos desarrolladas o simplemente inspirando lástima con la exposición de sus miserias fisiológicas, que deberían ser cubiertas por el Estado, en cuanto expresión de afecciones de la salud, y que sin embargo son cubiertas por la limosna?
Policia española
Dos diferencias notables saltan a la vista de los que quieren, pueden y están autorizados para mirar. La primera es que la actividad teatral es de servicio público, la gente que se detiene a observar, se distrae, piensa, es decir que, si bien hay un beneficio económico para los teatristas, las más de las veces irrisorio, el benefico mayor es para el público, que ejercita la mente y la afectividad que tan pocas ocasiones tienen de expresarse en el mundo actual. El limosnero, en cambio, es el único beneficiado en el intercambio.
La segunda diferencia se imbrica indisolublemente con la primera, y es la existencia de un mensaje en el acto teatral, de una expresión de pensamiento que, por definición en el arte, debería ser un pensamiento libre, crítico, de inconformismo social porque nadie puede estar conforme con el mundo en que vivimos. Quienes agreden desconocen conceptos básicos de la sicología social, que describe al conformista social como alguien que mantiene el sistema, y al inconformista como alguien que fuerza su desarrollo, una dialéctica que debiera respetarse, porque ambos enfoques son los polos de una misma realidad. Sin embargo, es el conformismo, aparentemente pacífico, pasivo, el que rompe el equilibrio y, a falta de razones propias para responder a las razones ajenas, usa el trámite corto y efectivo, el palo en las costillas que corta el aliento, y el discurso de las ideas.
Escribiendo ésto, he recordado una frase corta, incisiva, del entrañable César Abu-eid, actor y locutor histórico de la Radio Nuevo Mundo: "Si metes un poco de ruido en el sistema, cagaste"
Para no ser menos.
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